A mí no se me mustian los jardines.
No los tengo.
Ni tampoco una casa donde los vientos giman.
El nubarrón más negro no me daña,
pues rara vez miro ya al cielo.
Ya no pretendo estrellas áureas.
Me conformo con una lamparita.
No me engaña una dicha, ni desengaña una espera.
No me duele el otoño,
a mí no se me mustian los jardines.
-Mascha Kaléko
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