viernes, 10 de julio de 2020

¿Por qué no escribí?

Los poemas que nunca escribiré
se han convertido en humo
afirmativo y en volutas
que no desaparecen, se disuelven.
Blanco humo de las chimeneas
que contiene poemas de todos los colores.
-Juan Carlos Abril


Perseguir mi sombra es algo que me ronda constantemente en la cabeza. Sueño en una calle, con una luz anaranjada y allí la sombra, consciente de que soy yo; y al mismo tiempo no, porque ella solo es el resultado de la luz sobre mi cuerpo. Tengo esa misma sensación cuando leo mis poemas publicados en plaquettes, antologías, en blogs y me pregunto ¿quién es y por qué dejó de escribir?.  Me reconozco y no. 

Tengo más de 100 teorías al respecto y también tuve un montón de excusas para no escribir, pero anoche, me di cuenta de lo difícil que es, a veces, sentarme frente a un computador porque lo primero que hago es recriminarme por los años que abandoné la pluma. Frente a la pantalla recuerdo cuando un profesor me dijo “las letras son ingratas”, entonces comienzo a sentir esa ausencia en los dedos. También recuerdo cuando Raúl Zurita me dijo, en una entrevista que tuve la oportunidad de hacerle, “la poesía te escoge” y un sudor frío me recorre la espalda pensando que ya pasó de mí.

Lo cierto es que al sentarme frente a una hoja en blanco, llega el miedo a encarar a una Cristina que fue devorada, despacito, por la culpa. Esas cinco letras que pesan y que cómo lastiman la espalda, más cuando eres mujer. El mejor amigo de la culpa es el silencio. Lo entendí cuando mujeres súper valientes se atrevían a denunciar a agresores del “mundillo literario”. Esos hechos que te permiten primero abrir los ojos y luego abrir la boca para pedir ayuda o también para gritar. 

Como paréntesis, si bien en cierto, el arte no tiene género pero hay aspectos que todavía marcan una desigualdad por lo que traes entre tus piernas. Es 2020 y todavía laureamos a abusadores, por ejemplo, y no me interesa el debate de “hay que separar al autor de la obra”, porque no podemos comparar a un autor contemporáneo con ninguno de los escritores, de otra época con mayor desigualdad.  

Cierro paréntesis.

Entonces supe que en un punto de mi vida, llegué a vincular la poesía con el abuso y también con los excesos. Y digo excesos, no de forma moralista, sino como un conjunto de elementos que se juntan para facilitar y escudar las acciones de los violadores y los agresivos. Qué difícil es mirar atrás y darte cuenta que no estabas divirtiéndote, pero que sí eras la diversión.

Me desvanecí como humo de ese entorno cuando me hice una promesa. Contrario a lo que expone Nietzsche, yo me propuse no tener que destruirme para crear y fugué de todo lo que involucre esas experiencias. Una vez que me di cuenta de ese vínculo innecesario que había formado entre la poesía y la culpa, romperlo se me ha puesto cuesta arriba, pero poco a poco retomo el camino entre libros. Esos objetos inertes, pero parlantes, me devuelven las ganas de escribir. 

Recuerdo que a los 20 años, cuando empecé a escribir poesía, sentí que me crecían alas en el corazón. Nueve años más tarde, siento que todavía las tengo, que están cerradas pero que están. No destruirme para crear es la promesa que me hice y la mantengo, voy despacio en el rencuentro con mi escritura porque las reconciliaciones se basan en reconocerse otra vez. 

También creo que hoy escribir poesía se me hace más difícil porque he leído más y cuando quiero fluir hay una Cristina que critica vorazmente el texto y ctrl+e, suprimir. Pero sé que no quiero desertar. Hay en mí una necesidad como la de Hölderlin en su poema A las parcas, y pienso que la única forma de dejar un rastro de lo que fui es en un poema. 

Para mí, el poeta es un ser desdoblado, porque puedes estar haciendo cualquier actividad en el día, pero hay otro tú que piensa en imágenes, que estudia la vida que se detiene a ver con fascinación su propia sombra, que se autoexamina. Me propuse escribir algo todos los días, acordarme que hay algo en el papel que me llama. No me voy a perder más esa sensación y no perseguiré la sombra, dejaré que se mueva conmigo. 


2 comentarios:

  1. MAravillosa confesión. Un gesto más de tu avence en madurez como técnica del camino de las letras y como persona. Siempre estuvo ahí tu talento y lo mejor es potenciarlo cada día, a pesar de los fantasmas y los seres concretos que quieran perturbarnos. Mucha fuerza, paz y alegría para tu camino!

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    1. Carlitos, admiro tu labor artística y te agradezco muchísimo por tus palabras. Gracias :) un abrazo enorme!

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